martes, 11 de noviembre de 2014

HALONG, LA CUNA DEL DRAGÓN Halong, The cradle of the Dragon (Relatos de Asia.-1)

Erase una vez un Dragón. En un lugar muy lejano a éste.

No era un Dragón cualquiera, pues era el único de su especie que había sobrevivido a todos los suyos. Este Dragón había estado durmiendo durante muchos siglos y había quedado aislado del mundo que conocía antes de dormir.

Quizás sólo a un Dragón curioso y distraído, se le hubiera ocurrido anidar bajo agua y tierra y dormir casi eternamente.

Mientras su sueño profundo no encontraba fin, los mares rompían la tierra creando nuevos mundos y extinguiendo otros, inundando llanuras y coordilleras; y mientras nuestro Dragón latía en las profundidades.

Y despertó, como si de un renacer se tratara, retorció sus garras, desencajó sus fauces hasta que el oxigeno entró en su cerebro y abrió sus grandes ojos de Jade encendiendo un fuego apagado durante mucho tiempo. Entonces, desorientado, desenroscó su gran cola y la costa se quebró, como si de un cascarón saliera una cría al mundo por primera vez. Extendió sus alas, agitó su cola y echó a volar, su inmenso cuerpo golpeó la tierra al hacerlo, ocasionando profundos valles y grietas que acto seguido inundó el mar; Halong, la cuna del Dragón. Desapareció volando entre la niebla, llevándose sus secretos, que otros creían poseer.


Amanece en la bahía, el sol cubre intensamente el cielo. Un junco entra acercándose a la costa, el suave aire silba entre las montañas rocosas y el agua brilla verde esmeralda.

Los Piratas tenían un escondite secreto entre los aislados islotes de la Bahía, generación tras generación se guardaba el secreto de cómo llegar al islote exacto que escondía y protegía sus tesoros robados. Los locales, en su mayoría pescadores, temían a los piratas ya que les protegía una maldición. Así que hacían como si fueran invisibles, nadie nunca preguntaba, ni hablaba de los piratas.

En uno de los pueblos flotantes que rodeaban la bahía, hubo un Pescador que curioso y distraído siempre fantaseaba con los secretos de los islotes. Tantos, cientos, miles de rocas que salen disparadas al cielo desde el agua, debían esconder la explicación a todos sus sueños y fantasías. Conocía mejor que ninguno de sus compañeros, vecinos y parientes casi todas las islas accesibles, había escalado y buceado alrededor de ellas conociendo desde su nacimiento hasta su cima. Abrió rutas en su humilde junco de madera, conocía muchas de sus cuevas, de sus plantas...y un día descubrió algo más...

Un brillo de color plata cruzó por debajo de su junco y sin pensarlo, el Pescador se abalanzó al agua, pero no pudo seguirlo, no pudo verlo bien, buceó varios metros hasta que pensó que fue una ilusión. Salió del agua para tomar aire y agarrado entre la maleza de un islote comenzó a escuchar un canto. Rodeó la isla entre arbustos y agua y lo vio, había sido real, una gran cola plateada de pez, enroscada a una bella mujer que cantaba. Su canto era mágico casi irreal, de rizos rojos y grandes ojos esmeralda que se posaron sobre él.
El Pescador quiso correr, huir; aterrado y perplejo se quedó paralizado mientras la voz se acercaba, le susurraba y el tiempo se paró, el mundo desapareció y sólo oía su voz, ese canto indescriptible le poseyó hasta que perdió la consciencia.

Cuando unas gotas de lluvia cayeron sobre su rostro, el Pescador abrió los ojos y muy desorientado vio que navegaba dentro de su pequeño junco, rumbo al poblado flotante de pescadores. Amarró su barcaza y al poner los pies en tierra "flotante" notó algo diferente, el poblado estaba vacío, el Silencio llenaba toda la Bahía y de repente unas redes cayeron sobre él, capturándolo.

Los Piratas habían secuestrado a todos los pescadores. Sus amigos, familiares y él mismo, quedaron retenidos, pues cuando los Piratas llegaron a su isla secreta, los tesoros habían desaparecido y creyeron que atemorizando al pueblo de pescadores, encontrarían al culpable que les arrebató sus más preciados tesoros.

Le cubrieron la cabeza y ataron de pies y manos y se lo llevaron a la misteriosa isla, donde el resto de locales ya estaban prisioneros. Era una isla inacabada, le faltaba un trozo, o eso parecía, como si de una caldera de un volcán se tratara y estaba llena de pequeñas, raras y profundas lagunas de un color intensamente verde.

Todos fueron maltratados, pero los Piratas no sacaron ninguna información, pues los pescadores no sabían nada ni del robo, ni tan siquiera de la existencia de los tesoros.

Una noche, mientras, Piratas y prisioneros dormían, nuestro Pescador, se despertó por un familiar canto, nadie más parecía oírlo y él comenzó a buscar esa gran cola plateada que un día le hipnotizó. La Sirena, le llamaba desde una de las lagunas de la misteriosa isla y al asomarse, vio su propio reflejo en el agua, fue entonces, cuando una gran fuerza tiró de él adentrándole en el agua, rompiendo sus cadenas y llevándole a las profundidades. Parecía flotar bajo el agua, le cubrían rojizos rizos y se sintió a salvo, no necesitaba oxigeno, sólo la verde mirada de la Sirena le daba el poder de sobrevivir bajo el agua como cualquier otro pez.
Las gotas de agua golpeaban fuerte la superficie del mar. Llovía tanto que se estaba mejor en el fondo del oceáno que fuera; así que una Sirena pelirroja comenzó a curiosear entre las montañas y rocas que yacían en las profundidades. Hubo una que le atrajo especialmente y todas las noches cuando podía escapar, volvía a esa roca que le hacía sentirse tan especial. Se sentía tan atraída hacia ese extraño islote, con formas raras como de garras y con escamas brillantes, que pronto empezó a visitar el misterioso lugar durante días y noches enteros. Al poco tiempo, si dió cuenta que la roca tenía una forma muy peculiar, como de un Dragón acurrucado. Tocó, palpó y encontró un pedacito que se podía mover como una persiana, abajo y arriba, un Ojo! era un Dragón de verdad....Y cuando la Sirena abría los ojos del Dragón, podía ver el reflejo del Fuego que había dentro de él, e incluso en alguna ocasión, ese Fuego cayó al suelo en forma de ardiente lágrima. Durante una eternidad la Sirena cuidó del Dragón. Mientras dormía, le cantaba, y alguna vez se movió, otras resopló y en alguna también lloró fuego.

Hasta que un día, la Sirena hizo su rutinaria visita y ese mágico lugar misterioso no encontró, en su lugar, había un islote incompleto con un gran vacio; el Dragón había despertado y había echado a volar.

Cuando la Sirena arrancó al Pescador de las garras de los Piratas, lo llevó hasta las profundidades; este lugar había sido muy especial para ella no mucho tiempo atrás. Bajo el mar, la superficie estaba árida y desolada, como si alguien hubiera arrancado una montaña de su base. Le tumbó allí y mientras el Pescador alucinaba con su respiración y tocaba sus sangrientas heridas, la Sirena sólo pensaba... Estaba tan lejos de ese lugar, volando a lomos de su Dragón... ¡Qué ilusa!, la Sirena comenzó a llorar. Las lágrimas de Sirena, son secas. Secas burbujas llenas de aire que resecan la mirada y el alma. El pescador dolorido y apenado miró fijamente a los verdes ojos de la Sirena y ambos se fundieron en un abrazo que pareció eterno.

En un momento como aquel, y un lugar como ése, la secas lágrimas de la Sirena se fundieron con la húmeda sangre del Pescador y cayeron al suelo, a la base árida de tierra donde el Dragón había estado anidando durante miles de años.

Ese combinado de Tierra, Fuego y Agua (Pescador, Dragón y Sirena) y de lo más profundo de ellos, provocó desde la profundidades de esa laguna, una gran explosión, haciendo salir una enorme fuente de agua hacía la superficie, que pronto se convirtió en Fuego.

La Sirena y el Pescador habían sido expulsados a la superficie con la fuerza del agua, y cuando volvieron en sí, entre gritos, llantos y fuego, vieron entre las estrellas dos verdes brillar, Ojos de Jade, y tras ellos, dos grandes alas que cubrieron el cielo. El Dragón había vuelto y, con él una familia de Dragones Celestiales llegaron para proteger su Tierra y su Agua.

Fue el Canto de Cuna que la Sirena inmortalizaba noche tras noche, días tras día y entonces los Dragones abrieron sus enormes fauces y de entre sus colmillos comenzaron a expulsar bolas de fuego y de entre sus escamas, comenzaron a disparar piedras preciosas de Jade y Esmeralda que hundieron por completo el extraño islote donde estaban los Piratas mientras el mágico fuego liberaba a los pescadores de sus cadenas.

Todos volvieron a su hogar, a los poblados flotantes de la Bahía. Curaron sus heridas y contaron muchas, muchas historias parecidas a ésta, generación tras generación, como hago yo.

Pero, el curioso Pescador construyó su propia cabaña flotante junto a un islote, donde en las profundidades anidaba el Dragón y en la Orilla cantaba la Sirena.
Según cuenta la Leyenda, el Dragón vive aún en las profundidades de las Aguas. Halong, o Dragón Descendiente, brilla verde esmeralda por los ojos Dragones y Sirenas y por sus tesoros de Jade y Esmeralda.

Si buceas por la roca adecuada, quizás, tengas suerte y puedas ver una Sirena o un Dragón... Y si ves Jade o Esmeralda, recuerda la maldición de los Piratas...

Súbete al próximo junco!
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